Cuando tienes una entrevista de trabajo, los nervios pueden ser una de las cosas que te haga equivocarte o no «sonar» de manera profesional cuando estás hablando sobre tu experiencia o tu formación.
Los entrevistadores son conscientes del nerviosismo de las personas, no son tan malos como parecen aunque, detrás del nerviosismo, ellos suelen darse cuenta de pequeños fallos que solemos cometer cuando estamos hablando, no sólo los verbales, sino también los físicos como, por ejemplo, cruzar los brazos, que eso quiere decir protección y le puede indicar al entrevistador que tienes algo que esconder. O el hecho de ocultar las manos en una entrevista, tampoco es un buen gesto.
Siempre que vayas a una entrevista has de tener en cuenta que te van a hacer muchas preguntas… O puede que no te hagan ni usa sola. Los entrevistadores suelen optar por uno u otro método para, quizás, poner nervioso al entrevistado y así saber de lo que sería capaz.
Una entrevista sin preguntas sólo responde a una cosa: te preguntan por tu formación y experiencia y permanecen callados mientras hablas. Cuando finalizas quizás te comenten algo sobre el puesto y la típica frase «Ya le llamaremos».
Una entrevista con preguntas, a menudo las más temidas, es cuando el entrevistador, en lugar de que le cuentes tu currículo, te lo va preguntando (como si fuera un examen) para saber qué has aprendido de todos esos cursos y trabajos que tienes o has tenido.
Sea de una u otro forma, procura tener los nervios calmados.